domingo, 18 de enero de 2015

lunes, 12 de enero de 2015

Autoestima y Autosuperación: Técnicas para su mejora

1. LA AUTOESTIMA
Las creencias que tenemos acerca de nosotros mismos, aquellas cualidades, capacidades, modos de sentir o de pensar que nos atribuimos, conforman nuestra “imagen personal” o “autoimagen”. La “autoestima” es la valoración que hacemos de nosotros mismos sobre la base de las sensaciones y experiencias que hemos ido incorporando a lo largo de la vida. Nos sentimos listos o tontos, capaces o incapaces, nos gustamos o no. Esta autovaloración es muy importante, dado que de ella dependen en gran parte la realización de nuestro potencial personal y nuestros logros en la vida. De este modo, las personas que se sienten bien consigo mismas, que tienen una buena autoestima, son capaces de enfrentarse y resolver los retos y las responsabilidades que la vida plantea. Por el contrario, los que tienen una autoestima baja suelen autolimitarse y fracasar.

Las personas somos complejas y muy difíciles de definir en pocas palabras. Como existen tantos matices a tener en cuenta es importante no hacer generalizaciones a partir de uno o dos aspectos. Ejemplos:
* Podemos ser muy habladores con los amigos/as y ser callados/as en casa.
* Ser un mal jugador de fútbol no indica que seamos un desastre en todos los deportes.
* Que no nos salga bien un examen no significa que no sirvamos para los estudios.
2. ¿CÓMO SE FORMA LA AUTOESTIMA?
* El concepto de uno mismo va desarrollándose poco a poco a lo largo de la vida, cada etapa aporta en mayor o menor grado, experiencias y sentimientos, que darán como resultado una sensación general de valía e incapacidad. En la infancia descubrimos que somos niños o niñas, que tenemos manos, piernas, cabeza y otras partes de nuestro cuerpo. También descubrimos que somos seres distintos de los demás y que hay personas que nos aceptan y personas que nos rechazan. A partir de esas experiencias tem¬pranas de aceptación y rechazo de los demás es cuando comen¬zamos a generar una idea sobre lo que valemos y por lo que va¬lemos o dejamos de valer. El niño gordito desde pequeño puede ser de mayor un adulto feliz o un adulto infeliz, la dicha final tie¬ne mucho que ver con la actitud que demostraron los demás ha¬cia su exceso de peso desde la infancia.
* Durante la adolescencia, una de las fases más críticas en el desarrollo de la autoestima, el joven necesita forjarse una identidad firme y conocer a fondo sus posibilidades como individuo; también precisa apoyo social por parte de otros cuyos valores coincidan con los propios, así como hacerse valioso para avanzar con confianza hacia el futuro. Es la época en la que el muchacho pasa de la dependencia de las personas a las que ama (la familia) a la independencia, a confiar en sus propios recursos. Si durante la infancia ha desarrollado una fuerte autoestima, le será relativamente fácil superar la crisis y alcanzar la madurez. Si se siente poco valioso corre el peligro de buscar la seguridad que le falta por caminos aparentemente fáciles y gratificantes, pero a la larga destructivos como la drogadicción.
* La baja autoestima está relacionada con una distorsión del pensamiento (forma inadecuada de pensar). Las personas con baja autoestima tienen una visión muy distorsionada de lo que sen realmente; al mismo tiempo, estas personas mantienen unas exigencias extraordinariamente perfeccionistas sobre lo que deberían ser o lograr. La persona con baja autoestima mantiene un diálogo consigo misma que incluye pensamientos como:
o Sobregeneralización: A partir de un hecho aislado se crea una regla universal, general, para cualquier situación y momento: He fracasado una vez (en algo concreto); !Siempre fracasaré! (se interioriza como que fracasaré en todo).
o Designación global: Se utilizan términos peyorativos para describirse a uno mismo, en vez de describir el error concretando el momento temporal en que sucedió: !Que torpe (soy)!.
o Pensamiento polarizado: Pensamiento de todo o nada. Se llevan las cosas a sus extremos. Se tienen categorías absolutas. Es blanco o negro. Estás conmigo o contra mí. Lo hago bien o mal. No se aceptan ni se saben dar valoraciones relativas. O es perfecto o no vale.
o Autoacusación: Uno se encuentra culpable de todo. Tengo yo la culpa, !Tendría que haberme dado cuenta!.
o Personalización: Suponemos que todo tiene que ver con nosotros y nos comparamos negativamente con todos los demás. !Tiene mala cara, qué le habré hecho!.
o Lectura del pensamiento: supones que no le interesas a los demás, que no les gustas, crees que piensan mal de ti…sin evidencia real de ello. Son suposiciones que se fundamentan en cosas peregrinas y no comprobables.
o Falacias de control: Sientes que tienes una responsabilidad total con todo y con todos, o bien sientes que no tienes control sobre nada, que se es una víctima desamparada.
o Razonamiento emocional: Si lo siento así es verdad. Nos sentimos solos , sin amigos y creemos que este sentimiento refleja la realidad sin parar a contrastarlo con otros momentos y experiencias. “Si es que soy un inútil de verdad”; porque “siente” que es así realmente
3. FORMAS DE MEJORAR LA AUTOESTIMA
La autoestima puede ser cambiada y mejorada. Podemos hacer varias cosas para mejorar nuestra autoestima:
1. Convierte lo negativo en positivo:
Nunca pierdas las ganas de pensar en positivo, invierte todo lo que parezca mal o que no tiene solución:
Pensamientos negativos
No hables”
¡No puedo hacer nada!”
No esperes demasiado”
No soy suficientemente bueno”
Pensamientos alternativos
Tengo cosas importantes que decir”
Tengo éxito cuando me lo propongo”
Haré realidad mis sueños”
¡Soy bueno!”
2. No generalizar
Como ya hemos dicho, no generalizar a partir de las experiencias negativas que podamos tener en ciertos ámbitos de nuestra vida. Debemos aceptar que podemos haber tenido fallos en ciertos aspectos; pero esto no quiere decir que en general y en todos los aspectos de nuestra vida seamos “desastrosos”.
3. Centrarnos en lo positivo
En conexión con lo anterior, debemos acostumbrarnos a observar las características buenas que tenemos. Todos tenemos algo bueno de lo cual podemos sentirnos orgullosos; debemos apreciarlo y tenerlo en cuenta cuando nos evaluemos a nosotros mismos.
4. Hacernos conscientes de los logros o éxitos
Una forma de mejorar nuestra imagen relacionada con ese “observar lo bueno” consiste en hacernos conscientes de los logros o éxitos que tuvimos en el pasado e intentar tener nuevos éxitos en el futuro. Pida a los alumnos/as que piensen en el mayor éxito que han tenido durante el pasado año. Dígales que todos debemos reconocer en nosotros la capacidad de hacer cosas bien en determinados ámbitos de nuestra vida y que debemos esforzarnos por lograr los éxitos que deseamos para el futuro.
5. No compararse
Todas las personas somos diferentes; todos tenemos cualidades positivas y negativas. Aunque nos veamos “peores” que otros en algunas cuestiones, seguramente seremos “mejores” en otras; por tanto, no tiene sentido que nos comparemos ni que, nos sintamos “inferiores” a otras personas.
6. Confiar en nosotros mismos
Confiar en nosotros mismos, en nuestras capacidades y en nuestras opiniones. Actuar siempre de acuerdo a lo que pensamos y sentimos, sin preocuparse excesivamente por la aprobación de los demás.
7. Aceptarnos a nosotros mismos
Es fundamental que siempre nos aceptemos. Debemos aceptar que, con nuestras cualidades y defectos, somos, ante todo, personas importantes y valiosas.
8. Esforzarnos para mejorar Una buena forma de mejorar la autoestima es tratar de superarnos en aquellos aspectos de nosotros mismos con los que no estemos satisfechos, cambiar esos aspectos que deseamos mejorar. Para ello es útil que identifiquemos qué es lo que nos gustaría cambiar de nosotros mismos o qué nos gustaría lograr, luego debemos establecer metas a conseguir y esforzarnos por llevar a cabo esos cambios.
Elaborar proyectos de superación personal
Una parte importante de nuestra autoestima viene determinada por el balance entre nuestros éxitos y fracasos. En concreto, lograr lo que deseamos y ver satisfechas nuestras necesidades proporciona emociones positivas e incrementa la autoestima.
Se ha apuntado como una forma de mejorar la autoestima el esforzarse para cambiar las cosas que no nos gustan de nosotros mismos. Vamos a trabajar sobre un método que puede hacer más fácil estos cambios. Este método está compuesto por cuatro pasos fundamentales:
Pasos para conseguir lo que se desea.
1. Plantearse una meta clara y concreta.
2. Establecer las tareas que se deben realizar para lograrla.
3. Organizar las tareas en el orden en que se deberían realizar.
4. Ponerlas en marcha y evaluar los logros que se vayan consiguiendo.
Veamos brevemente cada uno de estos pasos:
Primer paso: Plantearse una meta clara y concreta.
Una “meta” puede ser cualquier cosa que se desee hacer o conseguir. Plantearse una meta de forma clara y concreta ayuda a tener éxito porque nos ayuda a identificar lo que quere¬mos conseguir.
La meta que nos propongamos ha de reunir una serie de requisitos. Debe ser una meta:
* SINCERA, algo que realmente queramos hacer o deseemos alcanzar.
* PERSONAL, no algo que venga impuesto por alguien desde fuera.
* REALISTA, que veamos que es posible conseguir en un plazo relativamente corto de tiempo (unas cuantas semanas).
* DIVISIBLE, que podamos determinar los pasos o cosas que hemos de hacer para conseguirla.
* MEDIBLE, que podamos comprobar lo que hemos logrado y lo que nos falta para alcanzarla.
Ejemplos:
* Obtener una buena nota en una asignatura
* Ser más popular
* Llevarse bien con los hermanos
* Hacer deporte
* Ahorrar dinero
Segundo paso: Establecer las tareas que se deben realizar para lograrla.
Una vez que hayan concretado la meta que desean alcanzar, pídales que piensen en lo que tendrían que hacer para conseguirla. No todo se consigue en un día; para conseguir mejorar en cualquier aspecto que te propongas has de hacer pequeños esfuerzos.
Póngales como ejemplo el caso de los ciclistas que participan en la vuelta ciclista a España. La meta de muchos de ellos es ganar la carrera. Pero para ello se tienen que superar a lo largo de tres semanas distintas etapas (etapas de llano, etapas de montaña, contrarreloj).
Tercer paso: Organizar las tareas en el orden en que habría que realizarlas.
Si se intenta llevar a cabo todas las tareas al mismo tiempo, es muy probable que no se consiga nada. Para lograr una meta es muy interesante que se ordenen las tareas que se deben realizar y se establezca un plan de trabajo.
Una vez que tengan la lista de las tareas que deben realizar pida que las ordenen. El orden se puede establecer de forma lógica, según la secuencia temporal en las que se tengan que realizar (para hacer una casa antes del tejado habrá que hacer los cimientos) o, en el caso de que las tareas no necesiten una secuenciación temporal, se puede empezar por las tareas más sencillas y que requieran menos esfuerzo, dejando para el final las más difíciles o costosas.
Cuarto paso: Ponerlas en marcha y evaluar los logros que se vayan consiguiendo.
Una vez elaborado el proyecto personal habría que comprometerse con él y ponerlo en práctica. Para llegar a conseguirlo es importante ir evaluando los esfuerzos realizados. Esto puede ser difícil hacerlo uno mismo, pero es relativamente sencillo si se pide a un familiar o a un amigo que nos ayude a evaluar nuestros progresos.
Vamos a ver un ejemplo en el que una persona uno elabora un proyecto de superación personal con el fin de superar la timidez:
Ejemplo de Proyecto Personales
1. Meta: Superar a timidez.
2. Tareas para conseguirlo:
* Saludar a gente que conozcas
* Unirse a grupos de compañeros en el recreo
* Iniciar conversaciones con compañeros
* Iniciar conversaciones con desconocidos
* Hacer preguntas al profesor
(Organización de las tareas (empezar por lo más fácil y avanzar hacia las tareas más difíciles))
Organización de tareas
Angel Antonio Marcuello García
Jefe del Gabinete de Psicología de la Escuela de Especialidades Antonio de Escaño (Ferrol-La Coruña)
BIBILIOGRAFIA:
* CASTAÑER, OLGA. ¿Por qué no logro ser asertivo?. DESCLE. 2001.
* CASTAÑER, OLGA. La asertividad: expresión de una sana autoestima. DESCLE. 1996.
* DE LAS HERAS RENERO, Mª DOLORES Y COLS. Programa Discover. Junta Castilla y León.
* E. CABALLO, VICENTE. Manual de evaluación y tratamiento de las habilidades sociales. SIGLO XXI. 1999.
* GOLDSTEIN ARNOLD. Habilidades sociales y autocontrol en la adolescencia. SIGLO XXI. 1999.
* LUENGO MARTÍN, Mª ÁNGELES Y COLS. Construyendo la Salud. MEC.
* MARTHA DAVIS, MATTHEW MCKAY. Técnicas cognitivas para el tratamiento del estrés. MARTÍNEZ ROCA. 1998.
* MARTHA DAVIS, MATTHEW MCKAY. Técnicas de autocontrol emocional. MARTÍNEZ ROCA. 1998.
* MATTHEW MCKAY, PATRICK FANNING. Autoestima Evaluación y mejora. MARTÍNEZ ROCA. 1999.
* VALLÉS ARANDIGA A. Y VALLÉS TORTOSA C. Programa de refuerzo de las habilidades sociales III. EOS.


viernes, 9 de enero de 2015

Bullying

“No quiero ir a la escuela…” puede ser la primera manifestación de que un niño está en problemas. En ocasiones acompañada por signos tales como dolores imprecisos, malestares diversos o dificultades para salir de la cama, la frase, sin embargo, suele aludir a cierta clase de cosas que no tienen que ver con la próxima prueba de Matemática o las exigencias de la profesora de Geografía. Y sí con algo que para niños y jóvenes suele ser vivencialmente más importante: la relación con sus pares. En realidad, muchas veces los puntos suspensivos serían cubiertos –si el chico se animara– por la explicación “porque me hacen la vida imposible”.
El fenómeno del acoso escolar (bullying, en inglés), también llamado intimidación, hostigamiento, matonaje o bravuconeada, se está convirtiendo en un tema acuciante de la realidad escolar en todo el mundo y se refiere, específicamente, a maltrato físico o verbal sistemático por parte de uno o más alumnos hacia otro.
El maltrato puede consistir en agresiones físicas, daño a objetos personales, pequeños hurtos, amenazas, burlas, insultos, aislamiento, difusión de calumnias o cualquier recurso destinado a someter a alguien a una situación de inferioridad y humillación.
En general, el acto cuenta con espectadores, que suelen formar parte de un grupo acosador o que simplemente “disfrutan” del espectáculo; se divierten con las bromas y/o tratan de asociarse con el acosador para “compartir” su poder y, a través de él, llegar a hacer algo que quizá deseen, pero no se animan a concretar. También, por supuesto, lo hacen para evitar que se los coloque en el papel de acosados.
Si bien esta clase de fenómenos ha ocurrido en todas las épocas, ahora parece haber obtenido su “credencial” y aunque tal situación pudiera significar que se produce con mayor frecuencia, al mismo tiempo indica una tendencia a hacerse público que contribuye notablemente a iniciar caminos para su prevención, ya que uno de las factores que siempre lo han hecho difícil de abordar es su secreto, su clandestinidad, la ignorancia, conciente o inconsciente de los adultos al respecto. De alguna manera –y salvando las distancias– es un comportamiento “mafioso”, cuyo éxito se basa en el principio iniciático de esas organizaciones: la “omertá”, la ley del silencio tanto de víctimas como de victimarios.
En todas las edades y situaciones de la vida. Resulta claro que los grupos sociales y las diversas culturas establecen ciertos patrones de conducta considerados legítimos para lograrlo, por ejemplo: la realización de obras significativas, el prestigio logrado por una trayectoria de vida, la actitud generosa hacia los demás, el uso creativo de los propios talentos intelectuales, sociales o físicos, etc.
Sin embargo, no siempre y no para todos es posible alcanzar ese objetivo a través de esos medios y, por diversas razones, algunas personas apelan entonces a formas espurias de ganar poder y sentirse importantes, como por ejemplo el “bullying”. En muchos casos, suelen contar con el sostén de creencias socioculturales, que no sólo no impiden sino que facilitan que sus actos intimidatorios se realicen y además queden impunes.
En efecto, en algunos casos los adultos responsables –padres y maestros- no perciben la situación y en otros, si bien de algún modo la perciben o sospechan, la minimizan debido a que juegan en ellos ciertas ideas arraigadas que se resisten tenazmente a la prueba de realidad.
Respecto de los padres, suele suceder que no intervengan porque:
* “Son cosas de chicos.”
* “Tiene que aprender a vivir.”
* “Tiene que hacerse hombre.”
* “No hay que ser buchón (delator).”
* “Si se dejó pegar, se merece que lo castigue, por flojo…”
* “No vamos a estar metiéndonos en cada pavada…”
* “Sucedió en la escuela, que lo resuelvan ellos…”
Respecto de los docentes, suele jugar en contra de su intervención que:
* Muchas veces los episodios de acoso no afectan el “normal desarrollo de las actividades”.
* En general, no se realizan en el aula ni a la vista de todos.
Resulta claro que cuando alguien se niega sistemáticamente a afrontar la realidad, ésta suele caer de golpe como un baldazo en el momento menos pensado: se han producido casos de “bullying”, sobre todo en los primeros años de enseñanza secundaria –edad estadísticamente crítica– que culminaron en suicidios u homicidios, ante la sorpresa y la perplejidad de adultos que no asumieron la gravedad que estos episodios pueden tener cuando se sostienen en el tiempo e incrementan progresivamente la soledad y la impotencia de las víctimas.
No cualquiera es acosador y no cualquiera es acosado. Aunque sí cualquiera puede ser espectador, y este factor tiene suma importancia en tren de avanzar hacia las soluciones porque sin público no hay espectáculo y, al no ser protagonistas, los espectadores son a veces más susceptibles de intervención adulta que los participantes directos.
Por ejemplo, durante la investigación de un hecho en el ámbito escolar, los espectadores no tendrían que pasar por la difícil situación de autoacusarse (como el acosador) ni por la de acusar (como el acosado). Serían testigos y, sin importar el mayor o menor placer que les haya proporcionado la situación, podrían ser invitados a mantener una ronda de conversaciones para describir los hechos y reflexionar sobre sus posibles consecuencias. Inclusive, si es necesario, podrán conservar el anonimato, tanto propio como de los protagonistas del hecho.
Más aún, ya sea como resultado de instrucciones precisas o espontáneamente, un “¡Basta ya!”, dicho en forma decidida por uno o más de los asistentes a un acto intimidatorio puede acabar rápidamente con la situación de violencia y sentar un precedente valioso para otras similares.
Acosadores y acosados, en cambio, son menos accesibles y suelen presentar algunos de los siguientes rasgos, no en forma estricta pero con bastante frecuencia:
Acosadores:
* Tienen problemas de autoestima.
* Por alguna razón no pueden destacarse de otro modo.
* Provienen de familias donde la violencia se considera normal para resolver los problemas.
* Son mayores o más fuertes que la mayoría de sus compañeros.
* Son líderes carismáticos, por admiración o temor.
* Por lo general, son extrovertidos, impulsivos.
* Pueden estar vengándose de abusos sufridos.
* Pueden estar movidos por la envidia.
* Padecen algún grado de “alexitimia”, es decir, de dificultad para reconocer los sentimientos propios y ajenos.
* Por razones culturales-familiares, de las dos formas posibles de “sobresalir”, elevarse uno o inferiorizar a los otros, eligen la segunda.
Acosados:
* Son tímidos, temerosos.
* Son menores, más débiles o torpes que la mayoría de los compañeros.
* Pertenecen a alguna minoría dentro de la mayoría del aula: de género, étnica, social o de preferencias, por ejemplo, un varón que no gusta del fútbol.
* Son solitarios, no tienen amigos.
* Por lo general, son introvertidos.
* Son recién llegados.
* Tienen alguna desventaja física
* Se destacan intelectualmente (“tragalibros”) y provocan envidia.
* Son poco asertivos, acceden rápidamente a las demandas de los otros para “evitarse problemas”.
* Alguna vez denunciaron un maltrato y quedaron etiquetados.
* Tienen gran necesidad de ser aceptados por los demás.
* Suelen creer que soportar pasivamente las adversidades es la mejor forma de lidiar con ellas.
* Si aguantan lo suficiente, al fin sus dificultades se agotarán. Por razones culturales-familiares, pueden creer que no responder nunca a la violencia de otros es la mejor forma de apaciguarlos.
* Muchas veces son acosadores en potencia y, como en el famoso “síndrome de Estocolmo”, admiran a quien los maltrata e intentan identificarse con él.
Por supuesto, a menudo sucede que los rasgos se mezclan y aparecen los mismos en unos y otros, y suelen manifestarse de un modo inverso o reactivo. Por ejemplo: un problema de baja autoestima que se muestra como sobrevaloración.
El filósofo K. Popper enunció una vez la famosa paradoja de la tolerancia que, en pocas palabras, consiste en que ser tolerante con un intolerante puede volverlo más intolerante aún. Este es, básicamente, el nudo fundamental del problema y quizá sea una de las causas por las cuales fracasen al abordarlo tanto los partidarios del “ojo por ojo” como los de un cierto “pacifismo ingenuo”, convencidos de que, por ejemplo, una correcta argumentación racional podrá bastar para modificar una actitud intimidatoria que, justamente, no se asienta sobre bases racionales.
De ello derivan la dificultad y, probablemente, el ocultamiento: parece ser una de esas situaciones paradojales en las que cualquier acción que se lleve a cabo estará mal. No sirve que el acosado reaccione violentamente, no sirve que se someta y no sirve que trate de “negociar” racionalmente con el acosador.
Sin embargo, como en tantas otras situaciones humanas, por complejas que sean, algo es posible hacer. En primer lugar, es necesario distinguir claramente el acoso, que es una conducta cruel sistemática, de la violencia ocasional por razones circunstanciales, que es prácticamente imposible erradicar en su totalidad de ningún grupo humano.
En segundo lugar, es necesario que los adultos asuman que el problema existe, que es más frecuente de lo que parece, que puede tener consecuencias graves y, especialmente, que ellos deben intervenir y que deben hacerlo lo más pronto posible. Porque las situaciones de malestar crónico, individuales o colectivas, si no se detienen, crecen. Y no pueden sostenerse mucho tiempo sin ocasionar daños a veces irreparables.
En tercer lugar, es necesario intensificar y perfeccionar la escucha de padres y maestros, en el doble sentido de estar atentos a signos que pueden indicar situaciones de acoso, y también de creerles en principio a los niños cuando denuncian algún caso, aun cuando se reserven el derecho de indagar con precisión de qué se trata.
En cuarto lugar, es esencial convencerse –y actuar en consecuencia– de que este tipo de comportamientos nacen, crecen y proliferan en terrenos culturalmente fértiles. Si se va un acosador y no cambia el consenso cultural, muy probablemente aparecerá otro. La clave reside en crear condiciones institucionales en las que la crueldad y el acoso sean mal vistos. En las que se inviertan los valores que sostienen esas actitudes y se vaya debilitando la tentación de participar de algo que “todo el mundo sabe que es negativo”.
Hay que crear condiciones en las que “hostigar a otro no sea negocio”, no convenga, no sólo por las consecuencias normativas sino, especialmente, por las sociales. Y, para ello, no basta con oponerse a lo que se considera negativo; es necesario proponer actitudes alternativas, es decir, generar toda clase de situaciones en las que se resalten y se hagan evidentes las tendencias hacia la empatía y el altruismo. Dichas tendencias están presentes en todas las personas, incluso los reales o virtuales acosadores, quienes bien podrían cambiar su actitud ante una invitación a hacer un uso más valioso (y valorado) de su liderazgo. De esta manera, se satisface su necesidad de “ser importante”, pero cambiando el argumento.
De todos modos, si bien hay que atender a los dos (acosador y acosado) -sin desestimar el hecho de que el primero puede haber llegado a asumir ese papel por haber sido víctima antes- la prioridad la tiene el acosado, por lo degradante de su situación y por los riesgos que tal condición implica para sí mismo y para los demás. La amarga pregunta sin respuesta “¿Por qué a mí?” ha perseguido incluso hasta la adultez a muchos niños y sanar las heridas de su autoestima les ha requerido un enorme esfuerzo. Conviene aclarar que nos referimos a aquellos casos en los que tal esfuerzo puede considerarse el “mal menor”, ya que fue posible evitar alguna explosión de violencia que ocasionara un desastre en sus vidas o en las de otros.
Una de las mejores formas de ayudar al acosado real o virtual es informarle que, según sus propias confesiones, esa clase de hechos le ha sucedido y le sucede a muchas personas, incluso a muchos que hoy son adultos normales y destacados en diversas actividades. Es decir, no es estrictamente “su culpa” ni tampoco un estigma que deberá llevar de por vida: es una etapa que podrá ser superada, como tantas otras. Esta clase de mensaje, transmitido con convicción, suele tener un efecto psicológico preventivo y sanador.
Otra forma consiste en entrenar a los niños y jóvenes en aquello que hemos denominado antes capacidad asertiva. Es decir, la forma saludable de escapar a la trampa de someterse o responder con violencia. Muchas veces, la amenaza del acosador es mucho más simbólica que real, cuando no puro alarde, y un rechazo liso y llano expresado con seguridad puede detener el proceso, antes de que sea convierta en un caso real de intimidación.
Por último, la manera principal y fundamental de ayudar al acosador (y, al mismo tiempo, a todos los demás) es detener su acción. Para ello, la escuela tiene el derecho de establecer, acordar y hacer cumplir las normas que considere adecuadas, según los siguientes principios básicos: a) son las que le permiten sostener el esfuerzo de gobernar la institución, y b) son efectivas en la prevención e interrupción de círculos viciosos de violencia, como es el caso del “bullying”.
Es probable que éste sea el tema que más duramente desafíe a la relación escuela-padres. Por tal motivo, es necesario poner la lupa sobre él, instalarlo en la agenda institucional, buscar apoyo profesional, requerir información de lugares donde se investiga y se experimentan soluciones sobre el asunto y, una vez trabajado en el ámbito de la escuela o centro, abrirlo a la consideración de los padres en general y especialmente de aquellos cuyos hijos se han visto involucrados en algún episodio de intimidación.
Con seguridad, existen muchas cosas que se pueden hacer desde la escuela a fin de comenzar a producir el cambio cultural necesario para que los comportamientos de acoso se extingan. A continuación, algunas sugerencias:
* En principio, es necesario estar atento pero no alarmar(se). Aunque haya algún caso patológico, en general se trata de conductas que en diferentes medidas y contextos son humanas (demasiado humanas, diría Nietzsche…). Innumerables ejemplos de liderazgos fatídicos, seguidos por millones de “adultos instruidos”, abundan en la Historia. Además, el estado de alarma no es el mejor para pensar y, paradójicamente, puede prestarle un servicio al acoso al hacerle notar a los acosadores, reales o potenciales, lo que son capaces de provocar en los adultos.
* Muchas veces, ante un primer caso, la actitud serena y firme de los directivos o docentes ha hecho desistir para siempre de sus intentos a un acosador. En este caso, como en tantas otras situaciones, la detección precoz, es fundamental. Argumentos similares a “no es como para estar orgulloso”, “nadie lo estará, ni nosotros ni tus padres y además, acá, no estamos dispuestos a permitirlo…” pueden resultar increíblemente efectivos.
* Por otra parte, los acosadores reales o potenciales son minoría. De modo que, sobre la base de lo anteriormente dicho respecto de los espectadores/testigos y el concepto de grupo escolar como un todo, la presión sobre esa minoría puede llegar a ser muy grande. La mayoría no es acosador ni acosado, pero algunos de sus miembros pueden ser acosados si se dan ciertas circunstancias. Crear esa conciencia ayuda, con toda seguridad, a una nueva cultura.
* Debido a que el secreto es el factor clave de estos comportamientos, todo lo que se haga para darle estado público al problema será conveniente, siempre que no vulnere la privacidad de nadie: carteleras, concursos de afiches, tratamiento en Consejos de alumnos o Centros de estudiantes, trabajo de colaboración con los líderes positivos del alumnado, proyección de videos con debate, clases especiales, circulación de hojas volantes, Jornadas contra el abuso, etc. Usamos el término abuso con toda intención, ya que el propósito consiste en ir creando una microcultura inmune a los abusos de todo tipo, incluidos los casos de “bullying”. Tratarlos así permite enfocar mejor, incluirlos dentro de un repertorio de conductas que también se ligan con cierta “cultura machista” y, de paso, no hacerle publicidad al “bullying” por nombrarlo excesivamente.
* Suele afirmarse que “salvo las enfermedades y los desastres climáticos, más del 90% de los problemas del mundo son resultado de que existan personas que no mantienen sus acuerdos”. No podemos comprobar si es exactamente así, pero el sentido de la idea puede tener un significativo efecto en una comunidad si se la sostiene con firmeza. Si entendemos como comportamiento abusivo todo aquel que supone un mal-uso, o uso indebido del cuerpo, las ideas, los sentimientos, el buen nombre, los objetos, el espacio o el tiempo de otro, una buena consigna para instalar y sobre la cual acordar podría ser: “No al abuso, sí al respeto”. Y una parte importante del acuerdo debería consistir en que denunciar un abuso no es ser delator sino cuidador del bien común. Porque en una “cultura del abuso”, nadie está a salvo.
* Las escuelas deberían elaborar una política al respecto. Es decir, no deberían reaccionar como si cada vez fuera la primera y sí prever ciertos procedimientos acordados por directivos y docentes (y eventualmente alumnos y padres) sobre qué hacer y fundamentalmente qué no hacer ante una denuncia o una sospecha.
* Es necesario interiorizarse en la mayor medida posible acerca de ciertos rasgos de la cultura infanto-juvenil, que suelen tener mucha influencia y que los adultos a veces desconocen o minimizan. Por ejemplo, no es rara la situación en que acosador y acosado son amigos y están unidos por un apego afectivo que sobrevive a los episodios de acoso, burla o humillación. Son relaciones que ejemplifican casos tales como Abbot y Costello o Laurel y Hardy, o “Los tres chiflados”, donde uno de ellos siempre es el despistado o torpe y termina ridiculizado. Estos casos son difíciles porque ponen sobre el tapete una cuestión fundamental, nunca mejor expresada que en el viejo dicho judío: “Dime en qué carro viajas y te diré qué canción cantas”. Es muy difícil para un chico (y también para un adulto) “cantar otra canción” salvo la que cantan aquellos que viajan en “su carro” y, por consiguiente, nuestra propuesta consiste en comenzar a crear “una nueva canción” que sea válida para todos o al menos para la mayoría.
* Desde el punto de vista práctico, muchas investigaciones demuestran que la actitud alerta de los adultos dentro del edificio escolar suele disminuir sensiblemente los episodios de acoso. Es imprescindible supervisar que los alumnos estén en clase mientras deban estarlo, vigilar los baños, pasillos, depósitos, laboratorios y otros lugares en los que se pueda permanecer cierto tiempo fuera del control de los adultos. También, en el caso de los responsables de aula, se debe prestar atención a cambios significativos en la conducta de uno o más alumnos, tales como: aislamiento, silencios persistentes, ausencias reiteradas, desatención, alteraciones bruscas en el rendimiento académico, etc.
* La escuela debería mostrarse ampliamente receptiva ante todo comentario o denuncia que algún padre formule, aun cuando fuere en grado de sospecha, en forma personal o a través de la Asociación de Padres y Maestros, si la hubiera. Y, por supuesto, una vez logrado un acuerdo institucional básico sobre el tema, será necesario programar encuentros con padres, de carácter general y/o dirigidos a aquellos cuyos hijos están o se supone que puedan estar involucrados en situaciones de acoso. Aunque no siempre ocurre, para muchos padres, tanto de víctimas como de victimarios, enterarse de la situación resulta una sorpresa y ese sólo hecho sumado a la posibilidad de compartirlo con otras personas en situación similar (o complementaria) suele tener resultados beneficiosos que se trasladan a cambios en la crianza de sus hijos. Por supuesto, también se da el caso de padres que avalan la conducta de sus hijos por razones “ideológicas” tales como: “Él trata de imponerse, eso es normal, el problema lo tienen los otros” o “Fue criado para no usar nunca la violencia para resolver los problemas”. En general, son minoría. En la mayoría de los casos, ante la presión de la realidad y de la fuerza de las normas institucionales en especial, tales creencias suelen ceder por convicción o por necesidad.
* En este caso, como en otros, la escuela debiera convertirse en un foco de iniciativas, en principio referidas a la circulación de información en red, de todos con todos: padres con hijos, padres con padres, maestros con alumnos, maestros con padres, maestros con maestros, directivos con todos los demás. Y todos, a su vez, con profesionales que puedan transmitir conocimientos y experiencias útiles, aplicadas en lugares donde la situación ya fue antes descripta y afrontada como problema.
Rolando Martiñá:”La comunicación con los padres”, roquel Buenos Aires, 2007

LAS TÉCNICAS DE ESTUDIO: Mejorar la Capacidad de Aprendizaje

El fracaso académico no sólo es consecuencia de problemas o deficiencias cognitivas del alumno. Algunas veces, este fracaso puede deberse a qué la forma de estudiar que posee el alumno no es la adecuada.
Por eso, existen diferentes programas de entrenamiento en técnicas de estudio que pueden resultar de gran utilidad para todas aquellas personas que están estudiando y necesitan aprender a estudiar de una forma más eficaz y satisfactoria o necesitan mejorar sus propias técnicas de estudio para evitar posibles fracasos escolares.
El método L.S.E.R.M. es uno de estos programas de entrenamiento en técnicas de estudio, que pretende enseñar cuáles son los principales pasos a seguir en el estudio y aprendizaje de una lección. Es decir, este método tiene como objetivo entrenar a las personas en las principales técnicas de estudio que pueden facilitar el proceso de aprendizaje.
Como ya se ha dicho, el método L.S.E.R.M. enseña a perfeccionar los pasos fundamentales que hay que realizar en el estudio de un texto o de un tema y que, como indican sus iniciales, son la Lectura, el Subrayado, el Esquema, el Resumen, el Repaso, y la Memorización. Vamos a pasar a detallarlos a continuación.
L = Lectura
El primer paso para el estudio es realizar la lectura del texto que se debe aprender. Para ello, una lectura exploratoria o pre-lectura (es decir, una primera lectura rápida del texto) permite obtener una primera síntesis inicial del tema y, posteriormente, una lectura comprensiva (volver a leer el texto detenidamente) ayuda a entender y profundizar en el contenido del mismo. En definitiva que “sin entender es difícil aprender y muy fácil olvidar”.
Para poder realizar una lectura comprensiva de un texto, hay que leerlo muy detalladamente, atendiendo y reflexionando sobre su estructura lógica, sobre las ideas que se plantean en el mismo y sobre el significado de las palabras que se desconocen, incluso buscarlas en un diccionario si es necesario.
S = Subrayado
El siguiente paso es aprender a subrayar el texto o aprender a señalar las ideas más importantes que interesa destacar.
Subrayar consiste en destacar mediante trazos (haciendo rayas o poniendo líneas) las ideas fundamentales o secundarias presentes en el texto, así como todas las palabras claves o los detalles importantes, con el fin de que resalten.
La ventaja de utilizar el subrayado reside en que se evita la pérdida de tiempo a la hora de estudiar el texto, puesto que permite fijar la atención sobre lo que interesa, es decir, permite realizar rápidos repasos del tema a estudiar.
Existen varias formas de subrayar, aunque cada persona puede utilizar la manera de subrayar que mejor se adapte a su estudio, incluso puede utilizar combinaciones de subrayados.
Los principales tipos de subrayado son:
1. El subrayado lineal, que puede realizarse mediante líneas simples, dobles rayas o líneas de puntos, o mediante el uso de colores.
2. El subrayado de engarce o realizar anotaciones marginales (escribir en el margen) de dos o tres palabras entresacadas del texto y que lo resumen.
3. El subrayado con signos, es decir, utilizar signos convencionales o inventados para marcar ideas importantes, aspectos que no se entienden, etc.
E = Esquema
El esquema es la representación gráfica del resumen del texto, que permite captar, con un simple vistazo, el contenido y la organización de las ideas del texto.
Algunos tipos de esquemas son:
1. Esquemas Numéricos
2. Esquemas con letras
3. Esquemas Mixtos (letras y números)
4. Esquemas gráficos o de llaves
5. Esquemas de flechas
6. Esquemas de barras y puntos
7. Cuadros sinópticos
8. Diagramas
R = Resumir y Repasar
El resumen consiste en sintetizar o reducir a términos más breves y precisos lo más esencial del tema que se está intentando aprender.
Por eso, un buen resumen no debe exceder más del 30% de la extensión del texto original y debe reflejar solamente las ideas más importantes expresadas de forma personal, con las propias palabras. Con esta técnica, se consigue desarrollar la capacidad de síntesis y mejorar la capacidad de expresión escrita.
Además de resumir el texto, se debe repasar y repetir mentalmente o en voz alta el mismo, para retener las ideas principales del texto estudiado, al igual que hacerse preguntas sobre él para saber qué aspectos deben ser reforzados y nuevamente repasados.
M = Memorizar
Por último, memorizar consiste en adquirir y mantener en la memoria o el recuerdo aquéllos conocimientos necesarios y fundamentales sobre un tema, para después poder recuperarlos satisfactoriamente.
Por tanto, es conveniente potenciar la capacidad de memorizar o recordar todas las cuestiones que tienen un mayor grado de dificultad mediante lo que se denominan reglas mnemotécicas.
Algunas técnicas de memorización o reglas mnemotécicas son:
* La Técnica de la historieta, que consiste en construir una historia con los elementos que deben memorizarse.
* La Técnica de los lugares, que es asociar cada uno de los elementos que deben memorizarse con los lugares de un recorrido que es familiar para el estudiante.
* La Técnica de la cadena, que pretende concatenar las palabras a memorizar mediante el uso de imágenes.
* La Técnica de la oración creativa, que consiste en concentrar un significado o contenido de un tema por medio de una oración.
El método L.S.E.R.M. no es el único programa de entrenamiento en técnicas de estudio que hay. Existen otros programas cuya finalidad, también, es enseñar formas de estudiar que ayuden a mejorar el propio proceso de estudio y aprendizaje, a aumentar el rendimiento académico y a favorecer la autoestima y la motivación escolar.
Algunos de estos programas de entrenamiento incluyen las técnicas de preparación de exámenes, técnicas de planificación del estudio, técnicas de relajación, etc.
En definitiva, todos los programas de entrenamiento en técnicas de estudio pretenden que el estudiante descubra cuál es su mejor método personal de estudio, al ofrecerle pequeños y grandes “trucos” que puedan resultarle muy útiles y que, especialmente, suelen ir dirigidos a niños en edades escolares y a adolescentes, para prevenir un posible “fracaso escolar” y orientarles en su andadura académica.
Por: Mª Dolores Pérez Bravo
Psicóloga (Nº Colegiada: CM 01017)
BIBLIOGRAFÍA
* Clough, E. (1989). Técnicas de estudio y examen. Editorial Pirámide.
* Salas, M. (1993). Técnicas de Estudio. Biblioteca temática Alianza.
* Tierno, B. (1995). Cómo estudiar con éxito. Plaza Joven.
* Tierno, B. (1994). Las mejores técnicas de estudio. Ediciones Temas de Hoy.